DUELO
El difÃcil trance de perder un ser querido
Uno de los mayores sufrimientos que tarde o temprano nos depara la vida es afrontar la muerte de personas que amamos, una experiencia amarga para la cual estamos poco preparados. De la muerte rara vez se habla sin rodeos, y no es común presenciar cómo va culminando la existencia de los desahuciados y los muy ancianos. Son pocas las personas que mueren en sus casas, pues los avances tecnológicos han convertido los hospitales en los sitios donde médicos y enfermeras hacen hasta lo imposible por prolongar la vida de la gente.
Para nuestros antepasados ver morir a alguien no era un suceso extraño: tanto los niños como los adultos se reunÃan en la casa familiar para cuidar a los abuelos o a cualquier pariente que por enfermedad o accidente estuviera a punto de morir. Era costumbre velar al difunto en la casa y observar los ritos de duelo, como vestir prendas oscuras, consolar a los deudos y cele-brar los funerales. Desde luego, no faltaba quien tuviera actitudes medrosas o hipócritas en esos momentos, pero a fin de cuentas la pérdida del ser querido era un hecho ineludible.
Hoy dÃa muchas personas tienen su primera impresión de la muerte cuando recogen el cadáver de un familiar en el frÃo ambiente de un hospital. Al cabo de unos dÃas, cada quien reanuda sus actividades y da la apariencia de haber superado el trance, pues ya casi no se menciona al difunto y no es raro que los deudos se comporten como si nada hubiera sucedido. Sin embargo, el duelo es un periodo de reajuste emocional que resulta indispensable para poder aceptar la pérdida.
No dar rienda suelta a la aflicción puede ocasionar trastornos fÃsicos y psicológicos, es decir, el periodo de duelo cumple una función preventiva: hay pruebas de que sin él las viudas corren mayor riesgo de padecer cáncer de mama, y los viudos de sufrir un infarto.
Quienes guardan duelo deben ser ayudados y consolados por sus familiares y amigos, aun cuando se trate de ancianos (vea el recuadro Cómo ayudar a aceptar la pérdida): si alguien tiene 95 añoso más, cabe hacerse a la idea de que tarde o temprano morirá, pero para los hijos de esa persona la pérdida podrÃa ser difÃcil de aceptar.
Autoayuda No es aconsejable recurrir a los tranquilizantes ni a los somnÃferos para tratar de olvidarse de la pena: es preferible desahogarse y aceptar que la aflicción podrÃa durar varios meses.
Es también conveniente hablar con los familiares y los amigos de lo que uno siente. Algunas personas procuran no mencionar al difunto porque creen que podrÃan lastimar a los deudos, pero con frecuencia lo que ellos desean es recordarlo: hay quienes sienten la necesidad de relatar varias veces lo sucedido, y no es raro experimentar remordimientos ante lo irremediable.
No hay que dejar que se rompa el lazo de unión con la persona fallecida: suele ser reconfortante evocar las alegrÃas vividas en compañÃa de ella, y las fotografÃas y los objetos personales ayudan a conservar en la memoria los momentos gratos.
Otros motivos de duelo La aflicción es un sentimiento muy relacionado con la muerte, pero también surge en mayor o menor grado ante otras vicisitudes. Las mujeres que han tenido un aborto espontáneo, dado a luz un bebé muerto o sufrido una histerectomÃa (extirpación parcial o total del útero o matriz), suelen experimentar un profundo sentimiento de pérdida: lo mismo sucede al sufrir la amputación de un miembro del cuerpo e incluso al perder el empleo o un bien preciado.
En busca de ayuda Resignarse a la pérdida es parte fundamental del proceso de duelo, y para lograrlo la ayuda de los Consejeros puede ser invaluable. Se trata de psicólogos y trabajadores sociales que saben escuchar a las personas y las ayudan a sobrellevar con entereza el hecho de la muerte: con ellos es posible desahogarse y revivir una y otra vez lo sucedido, sin preocuparse por parecer impertinente y sin suscitar impaciencia o desinterés.
Cómo ayudar a aceptar la pérdida
Existen muchas maneras de ayudar a quien ha sufrido una pérdida. He aquà algunos consejos sobre cómo actuar con tacto.
Dejar que la persona dé la pauta: no adelantarse e insistir en que deberÃa animarse y mostrar fortaleza.
Condolerse por la pérdida, lo cual hará que la persona se desahogue y será una muestra de aprecio al difunto. Ayudar en lo práctico, sobre todo al principio (antes del funeral y durante algunas semanas después), pues quien sufre una pérdida no está en condiciones de afrontar dificultades.
Recordar que las tareas prácticas pueden ayudar al afligido distrayéndolo: hay que dejarlo hacer si se muestra dispuesto a ello.
Hacerse presente. En la aflicción se necesitan muestras de ayuda y apoyo aunque no se pidan, no sólo en los primeros dÃas del duelo sino durante muchos meses.
Emplear delicadeza para decirle al afligido que su dolor disminuirá aunque de momento no lo parezca.
No sugerirle que tome medicamentos antidepresivos o tranquilizantes: es mucho mejor prescindir de ellos. No obstante, los somnÃferos pueden ser útiles si se toman por breve tiempo. Estar a la expectativa. Usar la sensibilidad para descubrir si la persona está ya dispuesta a distraerse un poco: entonces aprovechar la ocasión con finura y hacer sugerencias sensatas.
Los consejeros conocen las etapas de reajuste emocional del duelo y por medio de preguntas amables pero objetivas ayudan a la persona afligida a explorar sus sentimientos. Una reacción caracterÃstica al comienzo del duelo es expresar incredulidad ante lo ocurrido ("No es verdad: no puedo creerlo!"). Este desconcierto suele disiparse rápidamente, pero a veces se prolonga y se convierte en una obsesión (por ejemplo, esperar varios meses e incluso años que la persona fallecida llegue a casa a la hora de siempre).
En la siguiente etapa del duelo es común experimentar impotencia y frustración en forma de ira, dirigida quizá contra un médico por no haber hecho un milagro, contra algunos familiares ingratos que no "merecen" seguir viviendo o contra el difunto por haberse descuidado o por dejar un cónyuge viudo e hijos huérfanos. La persona afligida también puede sentir remordimientos por tener esas reacciones e incluso atribuirse la culpa de lo sucedido: si no supera esta etapa, la amargura podrÃa durarle el resto de su vida.
Algunas personas se sienten impulsadas a recabar fondos para obras altruistas mientras están de luto, actividad que las ayuda a mantenerse ocupadas pero que sólo prolonga lo inevitable: si no se pasa por la etapa de tristeza y depresión propia del duelo, será difÃcil resignarse y volver a ver la vida con optimismo.
Si el consuelo de los familiares y los amigos no es suficiente, puede recurrirse al consejo de un sacerdote o de un profesional de la asistencia social.
Lo que los terapeutas aconsejan
HomeopatÃa Los homeópatas afirman que sus remedios ayudan a sobreponerse de la aflicción en las distintas etapas del duelo. Suelen prescribir Arnica 30 cuando la persona asegura que se siente bien pero a la vez exige que la dejen sola y no permite que la toquen, o Ignatia 30 si sufre un ataque de histeria.
Si la persona se queja de frÃo y se ve asustada, hay que darle Aconitum 30, o varias dosis de Pulsatilla si tiene accesos de llanto incontrolable. Las medicinas deben tomarse cada 60 minutos durante 12 horas, y luego dos veces diarias durante dos o tres dÃas si hace falta, una en la mañana y la otra en la noche.
Hay que consultar al homeópata si surgen problemas imprevistos en la etapa final del duelo. Es probable que prescriba Natrum mur. de potencia decimal 6 si la persona llora cuando oye palabras de consuelo o si reprime sus emociones: Phosphoric acidum 6 si muestra depresión o apatÃa, y Nux vomica de la misma potencia decimal si experimenta ira y frustración. Estos remedios deben tomarse tres veces al dÃa durante un periodo de tres semanas.
Masaje Si se aplica con cuidado y no en forma mecánica, el masaje puede ser de ayuda si la persona tiene necesidad de contacto fÃsico y compañÃa. Conviene aplicarlo en los brazos, los hombros y la nuca, pero sin usar golpeteos ni fricciones vigorosas.
El punto de vista ortodoxo
No hay que olvidar que el sentimiento de duelo es normal después de la muerte de un ser querido, y que es esencial desahogarse para aceptar la pérdida. Cualquier terapia encaminada a combatir los sÃntomas de pesar no hará más que complicar las cosas, y aun poner en riesgo la salud del doliente.