HISTORIA DEL OLIVO
Desde antiguo, el olivo se ha integrado en las relaciones sociales, se ha convertido en emisario y en intercesor, y ha acabado por introducir ciertos secretos de los dioses. Robert Graves, en Los mitos griegos, dice que cuando Zeus buscaba un Dios para gobernar el Ãtica, donde debÃa instalarse la Acrópolis, Poseidón pretendió la posesión de esta región, clavando su tridente en la roca, donde brotó un pozo de agua marina. Más tarde, Atenea fue a tomar posesión del Ãtica de una manera más apacible, plantando el primer o!ivo junto al pozo. El olivo compitió con el laurel y fue consagrado a la diosa Minerva. Entre los romanos, la unción con aceite de oliva equivalÃa a un verdadero baño de juventud.
El olivo cultivado fue importado originariamente de Libia, pero debÃa ser sólo un esqueje, ya que se decÃa que el olivo cultivado no podÃa reproducirse puro, sino que siempre habÃa que injertarlo en el acebuche. Al ser originario de Asia Menor, este árbol ya se cultivaba desde la ancianidad en la región oriental del Mediterráneo. Era conocido y venerado en Palestina, en Egipto y Grecia, y su cultivo no tardó en extenderse a la Italia meridional. El ancestro del árbol actual, el acebuche, aún se encuentra en algunas comunidades mediterrráneas. Este árbol fue muy renombrado en las sagradas escrituras, empezando por el sÃmbolo de paz de la rama de olivo en el arca de Noé (la paloma enviada por Noé para comprobar el descenso de las aguas del Diluvio Universal regresó con una rama de olivo en el pico); además, Moisés eximÃa de las labores militares a los que cultivaban olivos. El aceite de oliva era considerado como un sÃmbolo de pureza y divinidad, y las lámparas de los templos griegos, romanos y cristianos debÃan ser alimentadas con dicho aceite. Además, con las ramas se adornaban los templos y altares.
El olivo fue introducido en el continente americano en el siglo XVI. Garcilazo narra que en el año 1560, don Antonio Rivera, vecino que fue de la ciudad de los Reyes, habiendo venido de España años antes por procurador general del Perú y, volviéndose a él, llevó plantas de olivo de los de Sevilla; y por mucho cuidado y diligencia que puso en dos tinajones en que iban más de cien posturas, no llegaron a las Reyes más de tres vivas, las cuales puso en una muy hermosa heredad cercada que en aquel valle tenÃa, de cuyos frutos de uvas, higos, granadas, melones, naranjas, limas, y otras frutas y legumbres traÃdas de España, vendidas en la plaza de aquella ciudad por fruta nueva, hizo gran suma de dinero.
Acaeció que otros (por mas que las cuidaba de robos) le hurtaron una noche una planta de las tres, la cual en pocos dÃas apareció en Chili, a 600 leguas de la ciudad de los Reyes, donde estuvo tres años criando hijos con tan poco próspero suceso de aquel reino, que no ponÃan renuevo por delgado que fuese que no prendiese y que en muy breve tiempo no se hiciese muy hermoso olivo.
Al cabo de tres años, por las muchas cartas de excomunión, que contra los ladrones de su planta don Antonio de Rivera habÃa hecho leer, le volvieron le misma que le habÃan llevado y la pusieron en el mismo lugar de donde la habÃan sacado, con tan buena maña y secreto, que ni el hurto ni la restitución supo su dueño jamás quien la hubiese hecho.
El olivo era un sÃmbolo de la paz y la abundancia. Iniciaron esta creencia los romanos, y procedente del cristianismo, pervive todavÃa la litúrgica católica. |