Las cataplasmas. — Las más corrientes son las que se utilizan para calmar los dolores e inflamaciones de cualquier región del cuerpo. Se usan también para madurar los abscesos y resolver las supuraciones. En los catarros e inflamaciones de las vÃas respiratorias prestan también valiosos servicios.
La materia que con mayor frecuencia constituye la base de las cataplasma, es la harina de lino o linaza, la de papas, etc. Para preparar estas cataplasmas se toma una cantidad de esta harina proporcionada a la superficie del cuerpo que se desea cubrir con la cataplasma, teniendo en cuenta que su grosor debe ser un centÃmetro poco más o menos. Se mezcla con agua hasta conseguir una pasta uniforme y más bien fluida, y en una cazuela se pone al fuego. Mientras se va calentando hay que mover la mezcla continuamente con una cuchara o un palo adecuado, hasta que toma una acusada consistencia espesa. Luego se extiende en capa uniforme sobre un trapo de tamaño apropiado qua de antemano se tendrá preparado, y se suele cubrir finalmente con una gasa muy delgada. Una vez que ha perdido calor suficiente para no quemar la piel, se aplica sobre el cuerpo por la cara de la gasa y se recubre con un paño para que el calor dure todo el tiempo posible. Al notar que se enfrÃa, debe quitarse o ser sustituida por otra que sea caliente.
Las cataplasmas de plantas que en algunos casos se obtienen, salvo indicación en contrario, machacando en un mortero la planta fresca hasta formar una especie de papilla uniforme. Se extiende sobre un paño, se cubre con una gasa y se aplica en frÃo o en caliente según las circunstancias. También se preparan a partir de plantas hervidas y escurridas, que se aplican en caliente entre dos trozos de tela.