Los Arcanos mayores - Las claves simbólicas

El Loco. Representa al joven dios Khons, a quien llamaban «el deambulador», como corresponde a su condición de viajero. En el perro se representa a la estrella Sirio (el Can), cuya reaparición en el cielo después de 70 días de ausencia coincidía con la inundación del Nilo e indicaba el inicio del año oficial egipcio. Los griegos lo asimilaron a Hércules.

El Mago. Esconde al dios Thot, patrón de los magos egipcios y deidad que también presidía la escritura. Los griegos lo asimilaron con Hermes. La imagen del Tarot de Marsella se ajusta como un guante a la descripción que el historiador Pausanias hace del oráculo de Hermes en la ciudad de Fares, al citar que delante de la estatua había una mesa con los dados del dios, una lamparilla y un brasero de incienso. El gorro en forma de ocho es claramente un petaso: el sombrero de ala ancha de los pastores de Arcadia devotos de Hermes. La vara es el regalo que hizo Apolo a Hermes.

La Sacerdotisa. Esconde a la diosa Isis. El tocado con que la representa la baraja Rider es inequívocamente el que corresponde a una Isis–Hathor. Aunque el autor opta por representar símbolos judaicos y masónicos, desde mi punto de vista las relaciones con Isis son claras detrás de las apariencias.

La Emperatriz. Corresponde a la diosa Mut. La clave de la relación está en el con-cepto de madre, ya que tanto la carta de la baraja Rider como la marsellesa muestran ura mujer encinta y Mut es la diosa madre por excelencia.

El Emperador. Representa al dios carnero Amón, esposo de Mut. La baraja Rider nos ofrece una clave cuando muestra el trono del Emperador adornado con cabezas de carnero. Otros elementos son fácilmente asociables a Zeus, con el que los griegos identificaron a esta deidad.

El Sumosacerdote. Esconde a Haroreris, «Horus el Viejo», el dios que reconocía como soberano al Faraón y le otorgaba los cinco nombres reales. Los dos personajes que le acompañan se refieren a las llamadas almas de Pe y Nejen, entidades protectoras que, resumidamente, podemos decir que representaban a los antepasados.

Los Enamorados. Son un emblema del dios alfarero Khnum. Las dos mujeres que se ven en la lámina del Tarot marsellés simbolizan al cuerpo físico del ser humano y a su ka (doble), que este dios creador construye en su torno de alfarero. Arriba se camufla la diosa Neith, cuyo emblema es un arco y unas flechas. Esta diosa es la que anima el cuerpo y el ka modelados por Khnum con 7 palabras de poder.

El Carro. Representa al dios halcón Horus, que los griegos identificaron con Apolo, dueño de un carro equivalente, regalo de su padre Zeus. La baraja Rider nos ofrece otras claves alusivas, como la corona de laurel del personaje –la planta mítica de Apolo–, las dos esfinges representación de Harmakis, que es una de las formas de Horus. y el disco alado del carro, que también es de claro origen egipcio.

La Fuerza. Corresponde a la diosa leona Sekhmet, llamada «La Poderosa». La naturaleza de la deidad se expresa claramente con la presencia en la lámina de una mujer junto a un león. Obviamente, el término poder es sinónimo de fuerza.

El Ermitaño. Representa al dios Ptah. En esta lámina los diseñadores medievales quisieron rendir homenaje a san Antón «el Ermitaño». De hecho, las similitudes entre el diseño de esta lámina y la iconografía clásica del santo son tan evidentes que no podemos atribuirlas a la casualidad. No obstante, hay muchos elementos simbólicos relativos a esta carta que guardan muchas semejanzas con el dios Ptah. sobre todo en lo que se refiere al concepto de «maestro».

La Rueda de la Fortuna. Esconde al dios escarabajo Khephri, llamado «el que llega a ser» o «el que se transforma» y es el dios que representa el devenir, además de la resurrección. Este concepto de devenir fue interpretado en la Edad Media con la rueda de la diosa Tique -la romana Fortuna-, aunque este concepto se corrompió posteriormente en el mundo grecorromano con la idea de azar.

La Justicia. Es una máscara de la diosa Maat, señora del equilibrio, la justicia y la verdad. En el juicio de los muertos egipcio, ella pesaba el alma del difunto en una balanza donde se ponía en un platillo una pluma y en el otro el corazón.

El Colgado. Es una imagen de Osiris. La pierna doblada del personaje es un sutil símbolo de estirpe real -de significado especialmente espiritual- tomada del dios Geb (Tierra), padre de Osiris. La posición boca abajo del sacrificado alude al concepto de inversión propio de la naturaleza de resucitado de este dios, rey del mundo subterráneo de los muertos.

La Muerte. Representa al antiguo dios de los muertos, Anubis. La iconografía clásica del esqueleto portando una guadaña tiene que ver con los Misterios de Eleusis. los cuales para muchos autores tienen un origen egipcio y se inspiran en los misterios de Isis y de Osiris.

La Templanza. Es una imagen de la diosa Nephtis, que en los mitos egipcios aparece amamantando a un Osiris vuelto a la vida como niño recién nacido parido por su hermana Isis. Para encontrar las relaciones entre dicha deidad y el ángel de la lámina debemos remitirnos al mito del Grial cristiano -un recipiente puro sin el cual no esposible recibir la gracia– y la llamada «leche de luz» de los egipcios, para cuya recepción era imprescindible ese recipiente vacío.

El Diablo. Representa al dios Seth. Esta divinidad tiene el papel del villano en el mito de Osiris. El es quien conspira, mata y descuartiza a su hermano y luego mantiene una lucha sin cuartel con su sobrino Horus. En el Tarot su sombría figura es evocada por la imagen judeo-cristiana del Maligno.

La Torre. Es un emblema que simboliza a Imhotep, sabio divinizado por su excelencia en las artes de la arquitectura y la medicina. Estas funciones sagradas están representadas en el Tarot por los dos personajes que caen de la torre en la lámina. Dicha torre es una alegoría de «el templo» en su doble acepción de edificio y cuerpo humano. En cuanto al rayo que golpea la torre, no hay que olvidar que Imhotep fue identificado por los griegos con Asclepios, fulminado por un rayo de Zeus.

La Estrella. Corresponde a la diosa Hathor, la divina vaca nutricia que con sus pechos alimenta todo lo creado en este mundo y en el del más allá. Las estrellas son las Pléyades o siete hijas de Hathor, y la estrella principal es el Toro, es decir, Aldebarán, en la constelación de Tauro.

La Luna. Representa a la diosa escorpión Selket. El animal que sale del agua en la lámina del Tarot es un escorpión de una es-pecie acuática inofensiva propia de Egipto. En cuanto a los dos cánidos son claramente el dioschacal Anubis y el dios-lobo Upuaut, guardianes y conductores en el camino al Duat, el reino del más allá.

El Sol. Es la figura de la divinidad suprema del culto solar: Ra. La identificación entre el arcano y el dios es muy clara. En cuanto a los dos niños que se ven en el Tarot de Marsella, se identifican con los hijos gemelos de Ra, Shu (Aire) y Tefnut (Fuego).

El .Juicio. Esta lámina esconde la 11 orada Psicostasia o «pesada» de las almas en el juicio de los muertos o juicio de Osiris. Posteriormente este juicio, originario de la religión egipcia fue sustituido en la iconografía del Tarot por el Juicio Universal del judeo-cristianismo.

El Mundo. Corresponde a Atum, el dios primordial que se crea a sí mismo en la cosmogonía heliopolita. Por este motivo, el personaje de la lámina esconde con su velo sus genitales masculinos, ya que en realidad es un andrógino. Atum es llamado tanto «el Perfecto», o «el Completo» como «el señor del límite» o «el fin».

Ésta es tan sólo una aproximación a todo un complejo entramado de símbolos provenientes de diferentes culturas y tradiciones, pero que, en mi opinión, dejan patente que el origen de las láminas del Tarot es egipcio y constituye tanto un compendio de sus ideas religiosas y metafísicas como la muestra de un camino iniciático dividido en 22 etapas, que comenzaba en unas cuevas cerca de Asuán y finalizaba en Giza.