El aporte de las plantas a la medicina
El aprovechamiento de las virtudes curativas de las plantas es una práctica milenaria que nunca ha dejado de tener vigencia. Todavía en el siglo XVIII, el tratamiento médico habitual en Occidente se basaba en la prescripción de remedios herbales, y hoy día, la Organización Mundial de la Salud estima que la herbolaria está tres o cuatro veces más difundida en el mundo que la medicina ortodoxa. Más aún, casi la mitad de los medicamentos modernos proceden del reino vegetal.
Las comunidades primitivas de nuestros días son herederas de conocimientos muy antiguos sobre las aplicaciones medicinales de las plantas, conservados a través de los siglos por tradición oral. En las primeras civilizaciones, la alimentación y la medicina estaban íntimamente ligadas, y muchas plantas se comían por sus efectos benéficos sobre la salud. Tal ocurría con los egipcios del tercer milenio a.C., que incluían una ración de Ajo en la comida de los constructores de las pirámides para protegerlos contra las epidemias que asolaban el país. De aquella época datan los primeros textos sobre el uso medicinal de las plantas.
Un papiro del año 1500 a.c., hallado en lo que fue la ciudad de Tebas, menciona cientos de especies vegetales estimadas por sus virtudes curativas entre los sacerdotes del antiguo Egipto, que eran los encargados de ejercer la medicina. Muchas de ellas, como la alcaravea y la canela, forman hoy parte de la tradición herbolaria popular.
También los griegos y los romanos legaron al mundo vastos conocimientos sobre herbolaria. La guía farmacéutica De materia medica, escrita en el siglo i de nuestra era por el apotecario y médico griego Dioscórides, incluye más de 600 plantas con aplicaciones curativas, y el naturalista romano Plinio el Viejo (23-79 d.C.) dedicó ocho tomos de su magna obra Historia natural a la farmacología vegetal.
Dos civilizaciones cuya medicina se ha basado siempre en el uso de plantas son la china y la india. En la China actual, la antigua tradición herbolaria coexiste sin conflicto con la medicina alopática moderna, y en la mayoría de los hospitales de dicha nación hay escuelas de fitoterapia y tiendas de remedios vegetales. En la India, el empleo de plantas medicinales es parte de un sistema terapéutico más amplio conocido como MEDICINA AYURVÉDICA.
Durante la Edad Media, la sabiduría herbolaria de la Antigüedad se preservó en los monasterios europeos, donde, además de hacer esmeradas copias de los textos médicos antiguos, los monjes cultivaban jardines de plantas medicinales para tratar sus propias enfermedades y las de los seglares de las inmediaciones.
La Edad Moderna
En el siglo XV, la invención de la imprenta dio amplia difusión a los textos clásicos de medicina. La herbolaria renació con las nuevas ediciones de la obra de Dioscórides, de las cuales la más notable fue la comentada y ampliada por el médico italiano Pietro Mattioli (1 501-1 577). Entre los nuevos tratados de herbolaria que siguieron, quizá el más célebre fuese The English Physician Enlarged, compuesto por el apotecario inglés Nicholas Culpeper (1616-1654).
Para entonces, la era de las exploraciones geográficas había ensanchado los horizontes científicos de los europeos. Quienes viajaron a tierras lejanas descubrieron civilizaciones muy avanzadas que tenían sus propias prácticas curativas basadas en el empleo de plantas locales.
Así. la farmacopea europea se vio enriquecida por la contribución del Lejano Oriente y poco después por la vastísima tradición herbolaria del Nuevo Mundo, que proporcionó especies de tanta importancia medicinal como la lobelia, la cáscara sagrada, el sasafrás, la ipecacuana, la quina y la coca.
Sin embargo, los grandes avances científicos y tecnológicos iniciados en el siglo XVII con la descripción de la circulación sanguínea y el perfeccionamiento del microscopio, junto con el establecimiento de escuelas universitarias de medicina, formaron una nueva clase de médicos académicos, con orientación científica. La herbolaria fue perdiendo terreno hasta quedar relegada a la práctica de curanderos, sobre todo en las zonas rurales. Para contrarrestar esa tendencia, a mediados del siglo pasado se fundaron asociaciones de médicos que defendían el uso racional de los remedios vegetales.
Esas asociaciones han sobrevivido hasta el presente, resistiendo las presiones de algunos grupos cientificistas para suprimirlas. En los últimos decenios, incluso, la herbolaria ha empezado a recuperar el favor de los científicos, quienes reconocen cada vez más que el empleo de fármacos sintéticos no siempre está exento de riesgos.
Nace una nueva ciencia
Dicho reconocimiento es parte de una corriente contemporánea que preconiza una forma de vida más saludable y acorde con la naturaleza, la necesidad de proteger el ambiente y el uso de remedios naturales. Al comprender los beneficios que puede reportar la herbolaria, los científicos han emprendido un estudio serio de las plantas medicinales para determinar cuáles surten efecto y por qué lo hacen. Sus investigaciones no sólo comprueban las virtudes que se han atribuido a muchas de ellas, sino que enriquecen el acervo herbolario con nuevas especies útiles.
Mientras tanto, las plantas siguen constituyendo la materia prima con que la industria farmacéutica elabora gran número de medicamentos. Hasta la fecha, por ejemplo, no se ha obtenido ningún producto sintético que pueda sustituir a la digitalina, alcaloide de la dedalera usado para tratar ciertos trastornos cardiacos.
Las investigaciones han revelado también que los principios activos de las plantas, aislados para elaborar medicamentos de patente, tienen a veces efectos nocivos que las propias plantas no tienen. Así ocurre con la efedrina, alcaloide de la especie Ephedra sinica: aunque hace más de 2.000 años que los chinos emplean infusiones de la planta para aliviar molestias respiratorias sin haber padecido otras consecuencias, la efedrina purificada de los descongestivos respiratorios modernos causa hipertensión y taquicardia en muchas personas. Es de suponer, pues, que los remedios naturales contienen ingredientes que neutralizan los efectos indeseables de sus principios activos.
Gracias a los nuevos conocimientos, la práctica de la herbolaria se ha ido transformando, de un arte, en una ciencia, bautizada recientemente como fitoterapia, término procedente del griego phyton, "planta", y therapeia, "tratamiento". Actualmente, la fitoterapia es ejercida por muchos médicos académicos que saben cuán eficaz y seguro puede ser el empleo de plantas medicinales en el tratamiento de algunas enfermedades.
La fitoterapia
Tal como ocurre con la homeopatía, uno de los principios fundamentales de la herbolaria moderna consiste en prescribir tratamientos que tengan en cuenta las necesidades individuales de cada paciente.
Aplicaciones de la terapia En opinión de muchos herbolarios, los remedios preparados con plantas resultan útiles para tratar todo tipo de trastornos, en particular los crónicos, como la ARTRITIS, la MIGRAÑA y las ENFERMEDADES DE LA PIEL. Para los casos en que la fitoterapia por sí sola no ofrece una curación definitiva, es posible combinarla o complementarla con otros métodos heterodoxos, entre ellos la ACUPUNTURA, la HIDROTERAPIA, la QUIROPRÁCTICA y la OSTEOPATÍA.
En busca del terapeuta adecuado
Como lamentablemente no existe en nuestro país ninguna ley encargada de regular la práctica de la herbolaria, muchas personas la ejercen con fines lucrativos, sin contar con la preparación y la experiencia necesaria. Por este motivo, la decisión de acudir con un herbolario empírico debe basarse en testimonios reales sobre la eficacia de su tratamiento. Por otra parte, algunos médicos naturistas que cuentan con registro oficial ofrecen tratamientos de fitoterapia.
La consulta
El fitoterapeuta suele reservar la primera consulta para elaborar la historia clínica del paciente y practicarle un examen médico minucioso. Para ello lo interroga sobre su estado de salud, sus hábitos de alimentación, la cantidad de EJERCICIO que realiza, si padece de ESTRES, etc., y es probable que le tome la PRESIÓN ARTERIAL. Luego le hará diversas recomendaciones para mejorar su estado de salud general, y le prescribirá uno o más remedios vegetales en forma de infusiones, tinturas, linimentos o ungüentos. Seguramente el tratamiento cambiará en sucesivas consultas, de acuerdo con la mejoría que muestre el paciente.
En la mayoría de los casos, los remedios preparados con plantas actúan con menor rapidez que los productos farmacéuticos de patente por la sencilla razón de que no están tan concentrados como éstos. Lo anterior se aplica en particular a los padecimientos crónicos. No obstante, a medida que el tratamiento avanza, los síntomas comienzan a ceder terreno y el paciente acaba por sentir mejoría.
Además de curar o mitigar trastornos específicos, el propósito del tratamiento es devolver al enfermo la salud general y la vitalidad. La herbolaria comparte así la preocupación de la NATUROPATiA por prevenir las enfermedades y no sólo tratarlas cuando ya han aparecido.
El punto de vista ortodoxo
Al ser la herbolaria en cierto modo precursora de la medicina moderna, su concepto sobre el objetivo de un tratamiento concuerda con uno de los principios alopáticos: usar remedios que produzcan efectos contrarios a los síntomas de la enfermedad tratada. Como las dosis deben ser suficientes para conseguir esos efectos la diferencia de las dosis infinitesimales de la homeopatía), el empleo de plantas medicinales implica a veces los mismos riesgos que el de medicamentos de patente, aun si ciertos componentes de las propias plantas reducen el riesgo en algunos casos.